El violín en el jazz.
Apenas hicieron falta unos pocos compases para sentir un irrefrenable deseo de que en Soria nuestros socios y amigos pudieran escuchar la música de Ricardo Lewis y su grupo. Así que hicimos todo lo posible porque viniesen. Era el tercer violinista cuyos sonidos íbamos a disfrutar en los seis últimos conciertos y podíamos ver en poco tiempo las múltiples facetas de la expresión artística de ese instrumento. Raúl Márquez (Lapomp) recreó en el concierto de octubre el elegante y lírico swing europeo de entreguerras de Stephane Grapelli/Django Reinhardt. Y Ara Malikian nos mostró en diciembre muy de cerca con toda su intensidad armenia la música apasionada de raíz argentina de Fernando Egozcue, escrita, sí, pero no por ello menos creativa y vivida en cada instante de su interpretación. Con Ricardo Lewis entramos en otro mundo fascinante y poco común: el genuino fraseo, el swing y la sonoridad expresiva del jazz afroamericano, sólo que entreverados con las músicas populares de su país natal, Cuba.
A pesar de ser un instrumento solista fundamental en la música clásica occidental y en muchas músicas populares, incomprensiblemente el violín ha tenido poca presencia en el jazz (al igual que ocurre en la música folclórica de nuestro país). Sin embargo, los pocos violinistas de jazz que podemos oír nos dejan una huella imborrable: tal es la fuerza de un instrumento que remueve lo más profundo de nuestras sensaciones. En este sentido es todo un lujo poder contar con la presencia en Soria de Ricardo Lewis.
Aunque en el jazz tradicional de Nueva Orleans no era rara la presencia de violinistas, como herencia de la música europea de cafés, la suavidad de su sonido lo relegaba en la competencia con los demás instrumentos. Con todo, el italoamericano Joe Venuti fue el más famoso de los violinistas del jazz clásico, y su brillo refulgió durante décadas. Aún más larga vida disfrutó el mencionado Stephane Grapelli, que mezcló el gusto clásico con el sabor gitano de Django, creando el primer jazz europeo reconocido. Paralelamente, en Norteamérica, el trompetista Ray Nance tocaba ocasionalmente el violín en la orquesta de Duke Ellington, en pocas pero inolvidables interpretaciones. Y el que más enraizaba con el sonido genuinamente expresivo del jazz de la era del swing fue Stuff Smith, el primero que intentó reforzar el violín eléctricamente y creó su propio sonido al margen de la técnica tradicional, para horror de los violinistas clásicos. Nada que ver con las almibaradas orquestas de cuerda que al final de sus carreras, en la década de los cincuenta, tanto Charlie Parker como Billie Holliday buscaron para ganar una respetabilidad que les negaba una parte de la sociedad blanca americana de la época y que en absoluto necesitaban para pasar a la Historia de la Música con mayúsculas. En la década de los setenta un violinista francés de formación clásica, Jean Luc Ponty, electrificó definitivamente el instrumento, llevándolo a las fronteras de la fusión y el jazz-rock. Con posterioridad y aún sin llegar a convertirlo en un instrumento predominante en el jazz, muchos violinistas –bastantes de ellos europeos- han explorado distintos caminos de la expresión jazzística más o menos clásica e incluso rockera: Jerry Goodman, Zbigniew Seifert, Leroy Jenkins, Regina Carter, Nigel Kennedy….
Resulta difícil obtener grabaciones de muchos de ellos, pero podemos escuchar algunos de sus ecos en el concierto del Ricardo Lewis cuarteto, aunque iluminados más allá de todo por el resplandor de la música afrocubana.